Te invito a leer textos de la época del Descubrimiento, observa las diferencias entre el español del siglo XVI y el actual.
A don Carlos
Rey de España, señor
de las Indias y nuevo mundo,
Francisco López de Gómara, clérigo
Más no tienen letras, ni moneda, ni bestias de carga; cosas principalísimas para la policía y vivienda del hombre; que ir desnudos, siendo la tierra caliente y falta de lana y lino, no es novedad. Y como no conocen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimos pecados de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así. Aunque todos los indios que son vuestros subjectos son ya cristianos por la misericordia y bondad de Dios, y por la vuestra merced y de vuestros padres y abuelos, que habéis procurado su conversión y cristiandad. El trabajo y peligro vuestros españoles lo toman alegremente, así en predicar y convertir como en descubrir y conquistar. Nunca nación extendió tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas. Pues mucho más hubieran descubierto, subjectado y convertido si vuestra majestad no hubiera estado tan ocupado en otras guerras; aunque para la conquista de las Indias no es menester vuestra persona, sino vuestra palabra. Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que los convirtiéses a su santa ley, como dicen muchos hombres sabios y cristianos. (…)
Tomada de es.wikipedia.org
BREVÍSIMA RELACION DE LA DESTRUCCION DE LAS INDIAS -FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS (escrito en 1542)
DE LA ISLA ESPAÑOLA
En la isla Española, que fué la
primera, como dijimos, donde entraron cristianos e comenzaron los grandes
estragos e perdiciones destas gentes e que primero destruyeron y despoblaron,
comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse
e para usar mal dellos e comerles sus comidas que de sus sudores e trabajos salían,
no contentándose con lo que los indios les daban de su grado, conforme a la facultad
que cada uno tenía (que siempre es poca, porque no suelen tener más de lo que ordinariamente
han menester e hacen con poco trabajo e lo que basta para tres casas de a diez personas cada una para un mes, come un
cristiano e destruye en un día) e otras muchas fuerzas e violencias e
vejaciones que les hacían, comenzaron a entender los indios que aquellos
hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas;
otros sus mujeres e hijos; otros huíanse a los montes por apartarse de gente de
tan dura y terrible conversación. Los cristianos dábanles de bofetadas e puñadas
y de palos, hasta poner las manos en los señores de los pueblos. E llegó esto a
tanta temeridad y desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un
capitán cristiano le violó por fuerza su propia mujer.
De aquí comenzaron los indios a
buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras: pusiéronse en armas,
que son harto flacas e de poca ofensión e resistencia y menos defensa (por lo
cual todas sus guerras son poco más que acá juegos de cañas e aun de niños);
los cristianos con sus caballos y espadas e lanzas comienzan a hacer matanzas e
crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños y
viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos,
como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre
quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un
piquete o le descubría las entrañas.
Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza
con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo
e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís, cuerpo de tal; otras criaturas
metían a espada con las madres juntamente, e todos cuantos delante de sí
hallaban. Hacían unas horcas largas, que juntasen casi los pies a la tierra, e
de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redemptor e de los doce
apóstoles, poniéndoles leña e fuego, los quemaban vivos. Otros, ataban o liaban
todo el cuerpo de paja seca pegándoles fuego, así los quemaban. Otros, y todos
los que querían tomar a vida, cortábanles ambas manos y dellas llevaban
colgando, y decíanles: "Andad con cartas." Conviene a saber, lleva
las nuevas a las gentes que estaban huídas por los montes. Comúnmente mataban a
los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre
horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que
poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos, desesperados, se les salían
las ánimas.
Una vez vide que, teniendo en las
parrillas quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aun pienso que
había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros), y porque daban muy
grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los
ahogasen, y el alguacil, que era peor que el verdugo que los quemaba (y sé
cómo se llamaba y aun sus parientes
conocí en Sevilla), no quiso ahogarlos, antes les metió con sus manos palos en
las bocas para que no sonasen y atizoles el fuego hasta que se asaron de
despacio como él quería. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas.
Y porque toda la gente que huir podía se encerraba en los montes y subía a las sierras
huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores
y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros
bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían
a él y lo comían que si fuera un puerco. Estos perros hicieron grandes estragos
y carnecerías. Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios algunos
cristianos con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano
que los indios matasen, habían los cristianos de matar cien indios.
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