17 nov 2013

Narrativa Colombiana del Romanticismo a la Actualidad

LITERATURA DEL ROMANTICISMO  Y COSTUMBRISMO (fines del siglo XIX)

El  Romanticismo es un movimiento artístico en el que la imaginación es más importante que la realidad. Los temas más usuales en este movimiento son: el amor, la libertad, la naturaleza, la muerte.

Con el Romanticismo cobra importancia lo emocional y subjetivo en contraste con la objetividad y la racionalidad.

El autor más destacado del Romanticismo en Colombia es Jorge Isaacs y su novela “María”.  Las acciones de la novela María transcurren en la hacienda “El Paraíso” en el Valle del Cauca.

El Costumbrismo es el movimiento que muestra las costumbres de la gente, su manera de hablar, de vestir, sus hábitos, sus dichos, sus creencias.  La obra literaria costumbrista  retrata (describe) de manera fiel, a la gente corriente en su cotidianidad, acompañando siempre ese retrato con un poco de humor.
Son autores costumbristas:

Eugenio Díaz Castro, con su novela “Manuela”

Tomás Carrasquilla  autor de varios cuentos como: “En la diestra de Dios Padre”, “Simón el mago”  y la novela “La marquesa de Yolombó”.



LITERATURA DEL REALISMO Y LA VIOLENCIA (Inicios del siglo XX)

El realismo es un movimiento artístico que intenta describir  con objetividad el comportamiento humano y cuanto lo rodea.

En Colombia los escritores realistas demuestran mucho compromiso político. En sus obras le dan primacía a describir los problemas sociales de la época.

La literatura de La Violencia está directamente ligada  con la época histórica  del mismo nombre, en la que los hechos políticos marcaron la vida del país. Los autores deciden tomar como fuente de creación artística una realidad hasta ahora desconocida. Por primera vez las novelas hablaban de cuerpos degollados y mutilados en los campos incendiados a causa de la guerra civil declarada entre liberales y conservadores.

Algunos autores son:


José Eustacio Rivera  su novela: “La Vorágine"

Gustavo  Alvarez  Gardeazabal, su novela: “Cóndores no entierran todos los días”
Alvaro Cepeda Samudio: “La casa Grande”




LITERATURA CONTEMPORÁNEA EN COLOMBIA (SIGLO XX)  1950

La obra central que da inicio a la literatura contemporánea en Colombia es “Cien años de soledad” del premio nobel Gabriel García Márquez. El texto se integra a la narrativa del Boom Latinoamericano porque la trama de la historia de proyecta en el  realismo mágico.

La narrativa de García Márquez instaura en Colombia una nueva forma de novelar que mezcla lo realista con lo legendario,  superpone la oralidad en  la escritura y construye un universo épico en relación  con los personajes populares.

El éxito del estilo narrativo de García Márquez marcó a los escritores posteriores. Apenas en los años 80 los autores colombianos empiezan a explorar nuevos temas que van desde el sicariato, el narcotráfico, a la música, entre otros,  y a experimentar con los manejos arbitrarios del tiempo y las voces narrativas.

La literatura contemporánea se caracteriza por centrarse en asuntos urbanos, por experimentar con el lenguaje y por la conciencia histórica, pero en general se destaca por tener una actitud crítica hacia la sociedad actual.

Autores contemporáneos :


Gabriel García  Márquez: Escritor nacido en Aracataca, Magdalena. Premio nobel de literatura en 1982. Entre su amplia producción literaria están: “Cien años de Soledad”, “El otoño del Patriarca”,  “La Hojarasca”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El amor en los tiempos del cólera”.

Jorge Franco: Este escritor antioqueño ha sido premiado a nivel Nacional con novelas como “Rosario Tijeras”,  “Paraíso Travel”.




FRAGMENTOS DE OBRAS REPRESENTATIVAS DE LA  NARRATIVA DEL SIGLO XIX   Y   XX EN COLOMBIA:



Del Románticismo:
   MARIA   
CAPITULO  IV

Dormí tranquilo, como cuando me adormecía en la niñez uno de los maravillosos cuentos del esclavo Pedro.
Soñé que María entraba a renovar las flores de mi mesa, y que al salir había rozado las cortinas de mi lecho con su falda de muselina vaporosa salpicada de florecillas azules.
Cuando desperté, las aves cantaban revoloteando en los follajes de los naranjos y pomarrosos, y los azahares llenaron mi estancia con su aroma tan luego como entreabrí la puerta.
La voz de María llegó entonces a mis oídos dulce y pura: era su voz de niña, pero más grave y lista ya para prestarse a todas las modulaciones de la ternura y de la pasión. ¡Ay! ¡Cuántas veces, en mis sueños, un eco de ese mismo acento ha llegado después a mi alma, y mis ojos han buscado en vano aquel huerto donde tan bella la vi en aquella mañana de agosto!
La niña cuyas inocentes caricias habían sido todas para mí, no sería ya la compañera de mis juegos; pero en las tardes doradas del verano estaría en los paseos a mi lado, en medio del grupo de mis hermanas; le ayudaría yo a cultivar sus flores predilectas; en las veladas oiría su voz, me mirarían sus ojos, nos separaría un solo paso.
Luego que me hube arreglado ligeramente los vestidos, abrí la ventana y divisé a María en una de las calles del jardín, acompañada de Emma: llevaba un traje más oscuro que el de la víspera, y el pañolón color de púrpura, enlazado a la cintura, le caía en forma de banda sobre la falda; su larga cabellera, dividida en dos crenchas, ocultábale a medias parte de la espalda y pecho: ella y mi hermana tenían descalzos los pies. Llevaba una vasija de porcelana poco más blanca que los brazos que la sostenían, la que iba llenando de rosas abiertas durante la noche, desechando por marchitas las menos húmedas y lozanas. Ella, riendo con su compañera, hundía las mejillas, más frescas que las rosas, en el tazón rebosante. Descubrióme Emma: María lo notó, y sin volverse hacia mí, cayó de rodillas para ocultarme sus pies, desatóse del talle el pañolón, y cubriéndose con él los hombros, fingía jugar con las flores. Las hijas núbiles de los patriarcas no fueron más hermosas en las alboradas en que recogían flores para sus altares.

Pasado el almuerzo, me llamó mi madre a su costurero.
Emma y María estaban bordando cerca de ella.
Volvió ésta a sonrojarse cuando me presenté; recordaba tal vez la sorpresa que involuntariamente le había yo dado en la mañana.
Mi madre quería verme y oírme sin cesar.
Emma, más insinuante ya, me preguntaba mil cosas de Bogotá; me exigía que le describiera bailes espléndidos, hermosos vestidos de señora que estuvieran en uso, las más bellas mujeres que figuraran entonces en la alta sociedad. Oían sin dejar sus labores. María me miraba algunas veces al descuido, o hacía por lo bajo observaciones a su compañera de asiento; y al ponerse en pie para acercarse a mi madre a consultar algo sobre el bordado, pude ver sus pies primorosamente calzados: su paso ligero y digno revelaba todo el orgullo, no abatido, de nuestra raza, y el seductivo recato de la virgen cristiana. Ilumináronsele los ojos cuando mi madre manifestó deseos de que yo diese a las muchachas algunas lecciones de gramática y geografía, materias en que no tenían sino muy escasas nociones. Convínose en que daríamos principio a las lecciones pasados seis u ocho días, durante los cuales podría yo graduar el estado de los conocimientos de cada una.
Horas después me avisaron que el baño estaba preparado, y fui a él. Un frondoso y corpulento naranjo, agobiado de frutos maduros, formaba pabellón sobre el ancho estanque de canteras bruñidas: sobrenadaban en el agua muchísimas rosas; semejábase a un baño oriental, y estaba perfumado con las flores que en la mañana había recogido María.


Del Costumbrismo:

En la Diestra de Dios Padre
Fragmento
  
Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivía el Rey. No era casao y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida. No había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba los llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y por eso era que estaba en la pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa. "¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía la hermana-, con trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo botás jartando y vistiendo a tanto perezoso y holgazán? Casáte, hombre; casáte pa que tengás hijos a quién mantener".
"Cálle la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quién servir. Mi familia son los prójimos". "¡Tus prójimos! ¡Será por tanto que te lo agradecen; será por tanto que ti han dao! ¡Ai te veo siempre más hilachento y más infeliz que los limosneros que socorrés! Bien podías comprarte una muda y comprármela a yo, que harto la necesitamos; o tan siquiera traer comida alguna vez pa que llenáramos, ya que pasamos tantas hambres. Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenés sangre de gusano". 
                                                                                                                       Tomás Carrasquilla.



De la época Contemporánea:


CIEN AÑOS DE SOLEDAD
CAPITULO I


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.





De la época Contemporánea:

ROSARIO TIJERAS
(Fragmento capítulo I )


Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte. Pero salió de dudas cuando despegó los labios y vio la pistola.
—Sentí un corrientazo por todo el cuerpo. Yo pensé que era el beso... —me dijo desfallecida camino al hospital.
—No hablés más, Rosario —le dije, y ella apretándome la mano me pidió que no la dejara morir.
—No me quiero morir, no quiero.
Aunque yo la animaba con esperanzas, mi expresión no la engañaba. Aun moribunda se veía hermosa, fatalmente divina se desangraba cuando la entraron a cirugía. La velocidad de la camilla, el vaivén de la puerta y la orden estricta de una enfermera me separaron de ella.
—Avísale a mi mamá —alcancé a oír.
Como si yo supiera dónde vivía su madre. Nadie lo sabía, ni siquiera Emilio, que la conoció tanto y tuvo la suerte de tenerla. Lo llamé para contarle. Se quedó tan mudo que tuve que repetirle lo que yo mismo no creía, pero de tanto decírselo para sacarlo de su silencio, aterricé y entendí que Rosario se moría.
—Se nos está yendo, viejo.
Lo dije como si Rosario fuera de los dos, o acaso alguna vez lo fue, así hubiera sido en un desliz o en el permanente deseo de mis pensamientos.
—Rosario.
No me canso de repetir su nombre mientras amanece, mientras espero a que llegue Emilio, que seguramente no vendrá, mientras espero que alguien salga del quirófano y diga algo. Amanece más lento que nunca, veo apagarse una a una las luces del barrio alto de donde una vez bajó Rosario.
—Mirá bien donde estoy apuntando. Allá arriba sobre la hilera de luces amarillas, un poquito más arriba quedaba mi casa. Allá debe estar doña Rubi rezando por mí.
Yo no vi nada, sólo su dedo estirado hacia la parte más alta de la montaña, adornado con un anillo que nunca imaginó que tendría, y su brazo mestizo y su olor a Rosario. Sus hombros descubiertos como casi siempre, sus camisetas  diminutas y sus senos tan erguidos como el dedo que señalaba. Ahora se está muriendo después de tanto esquivar la muerte.
—A mí nadie me mata —dijo un día—. Soy mala hierba.
Si nadie sale es porque todavía estará viva. Ya he preguntado varias veces pero no me dan razón, no la registramos, no hubo tiempo.
—La muchacha, la del balazo.
—Aquí casi todos vienen con un balazo —me dijo la informante.
La creíamos a prueba de balas, inmortal a pesar de que siempre vivió rodeada de muertos. Me atacó la certeza de que algún día a todos nos tocaba, pero me consolé con lo que decía Emilio: ella tiene un chaleco antibalas debajo de la piel.
— ¿Y debajo de la ropa?
—Tiene carne firme —respondió Emilio al mal chiste—. Y contentate con mirar.
Rosario nos gustó a todos, pero Emilio fue el único que tuvo el valor, porque hay que admitir que no fue sólo cuestión de suerte. Se necesitaba coraje  para meterse con Rosario, y así yo lo hubiera sacado, de nada hubiera servido porque llegué tarde. (…)


Actividades:

1. Lee el tema  Literatura de la Colonia y la Independencia  realiza un mapa conceptual 

2. Consulta acerca  de  la obra  " El Carnero"   de Juan Rodriguez Freyle 

3. lee el tema Narrativa Colombiana del Romanticismo a la Actualidad,   saca una frase del texto para explicar cada época de la literatura.  Romanticismo, costumbrismo, realismo, época contemporánea.

3. Lee el fragmento de la novela "María"   y contesta:

  • ¿Por qué María se sonroja con frecuencia?
  • De acuerdo a lo leído en este fragmento, ¿crees que María y Efraín (quien cuenta la historia) son novios?
  • ¿Qué temas del Romanticismo están presentes en “María”?

4. Lee el fragmento del cuento "En la diestra de Dios Padre".  Luego haz un listado de     15 palabras que representen costumbrismo.

5. Lee el Fragmento de “Cien años de Soledad” y contesta:

  • ¿Cómo era Macondo cuando Aureliano Buendía conoció el hielo?
  • ¿Quién era Melquiades y cuál era su oficio?
  • ¿Por qué causaron tal sorpresa las propiedades de los imanes?
  • ¿Qué fue lo único que logró desenterrar José Arcadio Buendía?
  • Consulta qué es el Realismo Mágico
6  6. En la novela Rosario Tijeras podemos encontrar varias características de  la literatura contemporánea una es el manejo arbitrario del tiempo, otra tratar temas como el sicariato.  Lee el fragmento de Rosario Tijeras  e Intenta explicar cómo son usados estas características.















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